¿QUÉ QUEREMOS CUANDO SEAMOS MAYORES? SER O ESTAR. ELMODELO RESIDENCIAL A JUICIO.

Me llamo Ingrid Silvestre y soy Fisioterapeuta especializada en Geriatría y regento una pequeña residencia llamada Olivaret Eixample, situada en el centro de Barcelona. Llevamos desde el año 2003 trabajando con modelos de atención, en los que se prioriza el bienestar de la persona más allá de los cuidados básicos.

Nuestro cometido diario se basa en acompañar a las personas mayores desde sus necesidades dando los apoyos que requieran para ser felices y no solo para estar cuidados. Esta forma de organizarnos conlleva muchos retos que vamos sorteando con mucho esfuerzo y dedicación. Trabajar junto con la persona y no solo para la persona, a veces pone en contradicción a sus propias familias e incluso a las administraciones gubernamentales que gestionan las normas de funcionamiento de los centros. En nuestro país las normas de regulación de Residencias van muy enfocadas a evitar y prevenir riesgos y eso conlleva poner el foco en los problemas y limitaciones de las personas y no en sus capacidades y fortalezas y, por supuesto, tampoco en su felicidad, dignidad y derechos.

Nuestro objetivo de trabajo, es que la vida de todas las personas sea plena, conindependencia de su situación física y/o cognitiva, fijándonos siempre en quién son y no solo en lo que padecen . Viendo a las personas más vulnerables, como las que necesitan más apoyo para seguir siendo ellas, no como aquellas que tienen más riesgos. Creo que es ilógico, vivir la última etapa de la vida desde el miedo y la
limitación. El riesgo , “LO QUE ME CONVIENE o lo que conlleva menor peligro”, hay que tenerlo en cuenta y ponerlo en uno de los dos lados de la balanza. Pero debemos poner también al otro lado factores importantes como “LO QUE QUIERO, LO QUE DESEO y LO QUE ME HACE FELIZ”. Preguntaros a vosotros mismos si siempre elegís la opción que conlleva menor riesgo, o, per el contrario, valoráis, también, la opción que os hace más feliz. Entonces ¿por qué si eres viejo o vieja no existe este lado de la balanza? ¿Por qué priorizar el menor riesgo frente una mayor felicidad? Por supuesto, este desequilibrio aumenta si vives en una residencia y aún más si sufres deterioro cognitivo.

Las personas que viven en residencias, siguen siendo ciudadanas de pleno derecho y merecen una asistencia sanitaria pública, que se adecue a su estado de salud y a sus circunstancias individuales, tal y como ocurre con el resto de población, tanto en situación de normalidad como en una situación de crisis sanitaria. Deben tener los mismos derechos que cuando vivían en sus anteriores hogares y la administración
debe seguir velando para prevenir y actuar, con circuitos y protocolos claros, por sí, de nuevo, en el futuro volvemos a vivir una situación de alarma sanitaria como la actual. Los profesionales de las residencias debemos acompañar y apoyar en la cobertura de sus necesidades y proyectos vitales, con independencia del estado de salud, daño neurológico, edad o sexo. Este es nuestro trabajo y no otro.

Estas personas VIVEN en residencias, no solo ESTAN en ellas como sujetos pasivos con los que se pueda hacer lo que uno quiere. Llevo 17 años trabajando en el sector y la verdad, creo que no se entiende bien cuál es o debe ser nuestro cometido. A nadie se le ocurriría que en un hospital o en un Centro de Atención Primaria, se tratara a un paciente sin haber dado su consentimiento para ello, y, por supuesto, tampoco se responsabiliza al personal médico por la decisión que toma el paciente. En cambio se interpreta que así debemos actuar los profesionales de residencias con las personas a las que acompañamos. Si alguien tiene hipertensión: protocolo de dieta sin sal, aunque esto signifique que la persona no quiera comer. Si alguien escupe las pastillas: pues las trituramos y camuflamos en la comida, y si alguien tiene riesgo de caída: no le dejamos caminar. ¿Por qué se asume esto con tanta normalidad? Es más, ¿por qué se exige este tipo de trato? ¿tenemos derecho y autoridad para decidir por otra persona? En muchas residencias ya hace tiempo que hemos pasado de pantalla y nos planteamos en nuestro dia a dia todas estas preguntas y muchas más. No podemos volver atrás.

En estos momentos de crisis por la pandemia de la Covid-19, que todos estamos sufriendo, se añade, también, el miedo a retroceder en el modelo de atención. Está en juego todo nuestro trabajo y esfuerzo, así como la decisión de cómo queremos vivir la última etapa de nuestra vida: ¿ limitados , no solo por nuestro estado de salud (físico y/o neurológico) sino también por dar más peso en la balanza al riesgo?, o, ¿ apoyados para que sea cuál sea nuestro estado de salud y situación cognitiva, podamos seguir siendo tratados como personas individuales con plenos derechos? Lo que está claro, bajo mi punto de vista, es que no deberíamos replantear el modelo residencial desde la idea de que este pueda resistir a una pandemia mundial.

Si planteamos un cambio que sea para avanzar, puede que al final, la solución pase por la coexistencia de varios modelos, y que cada persona pueda decidir cuál se adapta más a su manera de ser y de entender la vida.

Estoy de acuerdo que en una situación de pandemia debemos anteponer las necesidades sanitarias, aunque eso signifique la pérdida de libertades. Todos lo estamos asumiendo pero ¿cuántos estaríamos dispuestos a vivir así para siempre? Eso és lo que en algunos sectores se està planteando: medicalizar las residencias para siempre. Yo no quiero trabajar en un hospital ni quiero tener que vivir en uno cuando sea anciana.